
Diamantino García Acosta era un sacerdote un poco "rojillo", pero no mucho. Estuvo en el Cerro del Águila con los pobres y necesitados. Como él decía: "al pan, pan y al vino, vino y para el gazpacho un buen pepino."
Luego se fue a Los Corrales, un pueblecillo con gente muy bruta. Por eso, luego hicieron en
Sevilla un instituto con niños
mu brutos y el Gotor, o sea, el dire, le puso el nombre de Diamantino, fíjate tú.
Y al final se murió y Antonio Burgos le compuso un
réquiem.